Capítulo 26

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Media hora después, Lauren estaba colgada de un tejado con su equipo, haciéndose pasar por limpiadores de ventanas, a quince pisos del suelo.

Parecía que las ventanas de los edificios se limpiaban por las noches, y ellos necesitaban aquella tapadera porque estaban haciendo una vigilancia en medio de una investigación para aportar pruebas en un caso de desfalco de millones de dólares. Y, como en el noventa por ciento del tiempo durante una vigilancia, las cosas estaban muy tranquilas. Tanto que ella solo podía pensar en Camila, y en su mirada cuando le había dicho que no iba a estar con ella. En aquel momento, habría preferido estar saltando otra vez por los aires y atravesar una placa de yeso que pensar en todo eso. Cuando sonó su teléfono móvil, se abalanzó sobre aquella distracción.

Papá: Voy a ver otro episodio de Buffy, la cazavampiros.

Lauren: Es medianoche. Y, mierda, sigues viendo las series sin mí.

Papá: ¿Quieres ver Buffy, la cazavampiros, o no?

Lauren: Pues claro que sí, pero espérame. Todavía estoy trabajando.

Papá: Buffy, la cazavampiros no espera a nadie.

Lauren: Di Buffy, la cazavampiros otra vez.

Papá: Buffy, la cazavampiros otra vez.

Lauren se rindió y dejó el teléfono. Sopló una ráfaga de viento que movió su plataforma hacia un lateral del edificio.

Logan cerró los ojos y gimió como si se estuviera muriendo. Lauren no tenía vértigo, pero Superman, sí. Lauren había visto una vez a su amigo saltar a un río turbulento para cazar al malo, y eso, sin inmutarse, así que aquello le divertía. Logan era tan invencible que casi era gracioso ver una de sus debilidades.

–Eh, Logan –le dijo Wilson con una sonrisita–. Mira.

Logan abrió los ojos y Wilson saltó unas cuantas veces. La plataforma se movió.

Y Logan se agarró a la barandilla con todas sus fuerzas y soltó una retahíla de juramentos.

–¿Y besas a tu madre con esa boca? –le preguntó Max.

–Cállense –les dijo Alec.

Y todos se callaron.

Pero Logan siguió de color verde.

–Eh –le dijo Max a Lauren–. Me he enterado de que estás con la ebanista.

Lauren puso los ojos en blanco y no respondió.

–Ah, sí –intervino Wilson–. Las he visto, y están como dos tortolitas.

–¿Y qué? –preguntó Lauren con frialdad.

–Que deberías cazarla lo antes posible, mujer –respondió Wilson, riéndose–. Merece la pena que estés con cualquier mujer que sea capaz de aguantarte. Además, está buenísima.

–Se supone que es algo más que un cuerpo –dijo Max–. Eva dice que lo fundamental es la personalidad.

–Es verdad –dijo Wilson–. Con personalidad puedes elegir a diez, pero buenísima solo a una de esas diez.

–Nuestro hombre está entrando en el edificio, así que atentos –dijo–. Si están dispuestos a cerrar la boca y ponerse a trabajar, claro.

Cinco minutos después, el tipo entraba en su despacho hablando por el teléfono, inculpándose a sí mismo. No les prestó ni la más mínima atención a los limpiadores, así que ellos pudieron grabar la conversación entera sin problemas.

–Es lo que necesitábamos –dijo Alec–. Tenemos suficiente para que el fiscal lleve el caso adelante. Tienen libre el resto de la noche.

Lauren sabía que no podía volver a casa de Camila, así que se fue a ver Buffy con su padre antes de investigar al último aprendiz de la lista. Supuestamente, Phillip Wilde era carpintero y trabajaba a las afueras de San José. Sin embargo, tal y como sospechaba Lauren, fue otro callejón sin salida. Phillip se había marchado un año antes a vivir a los Cayos de Florida y se ganaba la vida haciendo sillas para los turistas.

KISS- CAMREN G!PWhere stories live. Discover now