uno.

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uno
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❝como la primera vez❞

liubliana, slovenia

allie

Ahora que puedo ver todo en retrospectiva las cosas parecen más claras que nunca

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Ahora que puedo ver todo en retrospectiva las cosas parecen más claras que nunca. Dicen que cuando termina todo vuelve en flashes, ¿no?, como un caleidoscopio de recuerdos que regresan, pero el nunca lo hace.

La primera vez que lo vi pensé que debía estar soñando, teníamos tantas cosas en común que no fue difícil que se volviera mi mejor amigo. Ese fue el verano más caluroso de los últimos años, pasábamos casi todos los días en las calles del barrio corriendo bajo los aspersores de agua de los patios frontales; el camión de helado dando vueltas cada dos horas, mi mamá volviéndose aficionada a perfeccionar su receta de té helado para todos los vecinos.

No tenía muchos amigos, pasaba mis veranos leyendo o viendo partidos de basquetbol con mi padre en nuestro viejo salón, por eso fue una sorpresa para mi que, cuando tiré mi helado unos minutos después de comprarlo, fuera él quien se acercara a ofrecerme el suyo a cambio.

—Oh, no. Esta bien, tampoco tenía tantas ganas. —le dije intentando restarle importancia.

Me devolvió la sonrisa más amigable que alguien fuera de mi círculo de amigos me había dedicado hasta esa fecha.

—Tómalo, igual no voy a poder acabármelo mientras juego. —volvió a ofrecer.

Con timidez acepté el cono.

—Soy Luka, por cierto. ¿Tú eres la hija de Margot, no?

Asentí— .Y tu el de Mirjam.

—El mismo. —sonrió— . Pero no me dijiste tu nombre.

—Allison.

El resto fue historia. A partir de ese día salía a encontrarse conmigo en el patio de mi casa para ir juntos al parque del barrio a jugar básquet. Su papá nos construyó una casa del árbol que se convirtió en nuestro refugio. Éramos inseparables.

—Debería tener un apodo especial para ti. —me dijo un día mientras pasábamos el rato— . Uno que solo sea mío, que nadie más te llame así.

Se quedó pensando un momento mientras yo lo miraba en silencio con el corazón martilleando.

—Lizzie. Eso es. Mi Lizzie.

Teníamos quince años cuando me cuenta que estaba enamorada de él. Estábamos en el complejo deportivo del equipo de nuestra ciudad, para entonces ya estaba empezando a sentar sus bases en el deporte que tanto amamos. Se nos había hecho costumbre que yo me sentara en las gradas a dibujar mientras el hacía los drills con su entrenador.

—¡Lizzie! —me llamó desde la cancha— . Mira esto, para ti.

Había estado entrenando los tiros de media cancha toda la semana, y ese, el primero que me dedicó, fue el primero que entró. Soltó un grito de emoción y corrió por toda la cancha antes de alcanzarme y me abrazó tan fuerte que de milagro no me rompió una costilla.

𝟓𝟎𝟔 | 𝐋𝐮𝐤𝐚 𝐃𝐨𝐧𝐜𝐢𝐜Where stories live. Discover now