Verdades

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Para los habitantes de Japón yacía la paz.

Aunque ninguno creería que aquello se trataba de una simple apariencia. Nadie llegaría a imaginarse que en cualquier momento podría llegar a ser una nueva víctima de los miembros de la Organización, la cual se dedicaba constantemente en buscar individuos que les fueran útiles para realizar sus malvados planes.

Entre la multitud se encontraba Makoto Kyogoku, quien caminaba tranquilamente dentro de una oscura calle de Tokio para dirigirse a su hogar. Por el camino, intentaba contactar con su novia Sonoko, no sabía por qué no le contestaba, llevaba un buen rato queriendo hablar con ella para saber cómo le había ido en la cena de los Kudo. Lamentablemente, estaba llegando a la conclusión de que la castaña no acabaría atendiéndolo, así que para su pesar, había decidido rendirse.

Un extraño ruido lo alertó, se giró rápidamente para saber de qué se trataba, desde hacía un rato estaba notando un aura desconocida a sus espaldas, pero había decidido no darle importancia; mala idea.

Pese a que no había nadie, instintivamente, usó una posición de lucha, pues estaba completamente seguro de que había alguien acechándolo. Su creencia había tomado estabilidad cuando con poca dificultad, pudo visualizar una figura acerándose directamente a él peligrosamente. El moreno, cuando tuvo a ese individuo a un escaso metro, sin dudarlo ni un segundo, le propinó una ágil patada, haciendo honor a su gran mote. Aunque la sorpresa en el rostro de Kyogoku, fue indescriptible cuando vio a ese hombre, deteniendo su ataque sin ningún problema. Aun así no pensaba ponerle las cosas tan fáciles, pues tal como se había detenido su patada, saltó quedando en el aire para seguido con la pierna libre darle un buen golpe en la cara, consiguiendo con ello que ese tipo acabase en el suelo, sujetándose la mejilla. Ahora que se veía más de cerca, podía identificarse como alguien bastante corpulento.

—¿Quién eres? ¿Y por qué me has atacado?—preguntó el karateca, en posición para volver a luchar si era necesario. El hombre le dio como respuesta una sonrisa maliciosa—. ¿No piensas contestar?

El misterioso hombre no habló, se levantó hasta quedarse de pie, luego metió una mano en el bolsillo, sacando del mismo una pistola de inmovilización.

—Eres un cobarde—sentenció Makoto, enfurecido.

—¿Sabes? No eres tan astuto como creía—le dijo al chico, escondiendo la mirada bajo el sombrero.

—¿Qué quieres decir con eso?—cuestionó sin comprender a qué se refería.

—Tendrás mucho talento, pero tu debilidad te hace valer menos...Makoto Kyogoku—contestó sin dejar de apuntarlo con el arma—. Sabemos quién eres.

—Es justificable que mucha gente sepa quién soy, después de todo salgo en la tele. Aunque saber quién soy no significa conocerme—replicó—. El que hayas dicho "sabemos" en vez de "sé" me hace suponer de que no has venido solo... ¿Verdad?

  —Fantástica deducción, me gusta que te percates de los detalles, eso dice mucho de ti—el hombre sonrió—. Debería contarle a tu novia Sonoko que también tienes maña de detective.    

—¿Sonoko?—eso no podía significar nada bueno ¿Por qué había mencionado a la castaña?. Makoto palideció, más todavía cuando la sonrisa de ese individuo se tornó increíblemente terrorífica. No podía ser ¿Acaso tenían a su chica secuestrada?—. ¿Tenéis a...?

Ni siquiera había tenido la oportunidad de terminar la frase, pues el hombre se aprovechó de su estado para dispararlo, dejándolo inconsciente.

—Hombres...Pierden el control por nosotras—habló una mujer, agachándose para mirar con burla al luchador de artes marciales.

Sed de Venganza [Editando] (ShinRan) Where stories live. Discover now