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Como Margot todavía se estaba recuperando de sus migrañas, Anna necesitaba ir sola a la fiesta de Grace. Nunca ha estado sola en una gran fiesta; sólo la idea de hacerlo siempre la ha puesto muy ansiosa. Pensó en quedarse en casa pero sabía que no podía hacerlo porque ya había aceptado la invitación de Grace.

Entonces, con la ansiedad recorriendo todo su cuerpo, Anna se miró desde el espejo de su tocador mientras su doncella Frida le recogía el cabello en un moño.

— Tal vez debería dejarme el pelo suelto—  dijo Anna de repente.

— Podemos hacer eso—  dijo Frida.

Anna suspiró. — No, está bien. Sólo estoy nerviosa. ¿Puedes decirlo? ¿Puedes decir que estoy nerviosa? Porque estoy total y completamente enloquecida. No soy una chica elegante. Viví en las calles, hace ni siquiera dos años. No puedo ir a una fiesta tan elegante sin la ayuda de Margot.

— Lo hará bien, señorita Anna. En realidad, lo hará más que bien— dijo Frida en voz baja. — La señora cree en ti. Ella siempre habla muy bien de usted.

Había un vestido preparado para ella: un hermoso vestido con detalles bordados a mano. Anna pasó la mano por el vestido, la tela parecía cara. Y lo era, Margot se encargó que Anna tuviera lo mejor.

Anna esperó hasta que Frida cerró el broche antes de darse la vuelta para mirarse en un espejo que le llegaba hasta el cuerpo. Anna se rió un poco ante su reflejo: parecía una heredera que había vivido con gente importante y elegante toda su vida. Nadie podría decir que Anna tuvo una mala vida, nadie podría decir que creció sin una verdadera familia.

Antes de partir hacia la fiesta de Grace, Anna corrió hacia la habitación de Margot para desearle a la mujer una pronta recuperación. La puerta de la habitación de Imogen estaba entreabierta y Anna la abrió con mucho cuidado, asegurándose de no molestar demasiado a la mujer. Imogen estaba acostada en su cama con un paño frío en la frente. Todas las cortinas de la habitación estaban cerradas y la única fuente de luz era una pequeña vela, casi completamente quemada.

Anna casi cruzó de puntillas la habitación y se acercó a la cama de la mujer.

— Margot — susurró Anna.

Los ojos de Margot se abrieron y cuando sus ojos se posaron en Anna, sonrió ante la vista. La expresión del rostro de la mujer era de aprobación; Anna lo sabía. Ella había visto ese aspecto cada vez más, ahora que sus modales eran mejores y se había aseado.

— Mírate — dijo Imogen. —Te ves increíble.

Anna se sonrojó. — Gracias— dijo y subconscientemente cambió su peso de una pierna a la otra, una señal de nerviosismo.

Pequeño gris || Peaky BlindersWhere stories live. Discover now