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Anna no supo cuánto tiempo llevaba en esa fría y diminuta celda. Pero sentía que llevaba toda una vida, su mente era un infierno que la mantenía completamente perdida de la realidad o cualquier cosa cuerda.

Sus pensamientos la consumían cada vez más y más, sus recuerdos habían vuelto, cada uno de ellos, ahora todo su pasado era claro.

Anna nunca pensó que su pasado era tan horrible, pero estaba sumamente equivocada. Era mucho peor que simplemente horrible.

Ella recordó su tiempo en Standford y Australia incluso un poco de Birmingham, toda su vida ahora eran vivos recuerdos, pero solo eran recuerdos horribles, que solo le recordaba que horrible fue la vida con ella.

Los ojos de Anna estaban rojos por el llanto, ella no era una joven que simplemente llorará por cualquier cosa, lloro cuando era necesario. Y en esos momentos donde su pasado la perseguía, lloro una y otra vez sin parar.

— Deja de llorar, niña — hablo un guardia desde el pasillo, ya cansado de oír los constantes sollozos de la pobre chica. A Anna poco le importó simplemente no podía detenerse.

Solo la llevo a los recuerdos de su familia adoptiva en Standford. Una pequeña niña lloraba luego de haberse lastimado la rodilla, la cual estaba sangrando.

— ¡Deja de llorar o te daré una razón para que lo hagas! — grito un hombre alto, lo que asustó a la niña, quien intento ocultar sus lágrimas pero fue en vano.

Anna se dió cuenta que la mayoría de sus malos recuerdos se debían a los hombres. Cada hombre en su pasado la había dañado, empezando por el padre Hughes. Eso era otra cosa que la atormentaba y como no, era la razón por la que estaba encerrada en una celda.

Por qué es una asesina.

Ella mato a uno de los hombres que la lastimo, y no se arepentia, si por ella fuera mataría a cada uno de los que la lastimaron. Pero no era tan sencillo pensarlo que hacerlo.

— Me quiero ir a casa — lloró como una niña pequeña, y ciertamente así se veía, con los ojos rojos y las mejillas empapadas por sus lágrimas, acurrucada en un rincón de la celda. Para tener dieciocho años, se veía mucho menor en ese estado.

Anna no supo a qué casa se refería, si en Londres con Margot en su gran mansión llena de lujos donde nunca le faltó nada. O en la casa de Polly, con su hermano y madre. Su madre... Anna no podía pensar nada más que en la mujer que le dió la vida.

La culpa la invadía por no haber sido mejor con Polly, por intentar enmendar esa relación de madre e hija. Ahora la extrañaba más que a nadie, necesitaba estar rodeada por los cálidos y firmes brazos de su madre y simplemente cerrar los ojos y sentirse a salvo.

Pero eso no era posible.

Su madre también estaba en la cárcel, encerrada en alguna celda, lejos de la de Anna.

— ¡Dije que te calles! — gritó el guardia golpeando la puerta de metal. Anna se estremeció y se abrazo a su misma.

Cómo deseaba estar con alguien, a Anna le gustaba estar sola, ya que la mayoría de su vida fue así. Pero desde que encontró a Margot, comenzó a querer la presencia de otra persona a su lado, para sentirse acompañada. Ese sentimiento extraño creció cuando encontró a su familia, su gran familia, más a su madre, quien no podía dejarla alejarse mucho.

Lo ojos de Anna se abrieron con terror cuando escucho la puerta de la celda abrirse, y un escalofrío le recorrió el cuerpo al ver al guardia acercarse a su cuerpo en el suelo.

— Te dije que te callaras, estúpida perra — él hombre la tomo por el cabello, mientras la joven se quejaba lo mínimo posible, sabiendo que si era ruidosa, todo sería peor.

El oficial la empujó hacia la cama que estaba contá una de las paredes de la celda. Y observo el pequeño cuerpo de Anna, el cual ahora era más diminuto desde que entró, ya que se negaba a comer y había bajado unos kilos. Pero aún así, seguía siendo hermosa, su rostro pálido ahora era rojo por el llanto y sus hermosos ojos marrones brillaban por las lágrimas.

— Cierra la maldita boca, puta — Anna obedeció, no tenía otra opción, después de un tiempo entendió que por más de que gritara todo lo que quisiera, nadie iba a rescatarla. Por más de que fantaseara con Isaiah sacándola de ese horrible lugar, eso no sucedería.

Anna estaba condenada y nadie iba a rescatarla.

Por lo que simplemente dejo que el hombre la tocara, y sus manos recorriera su cuerpo magullado y débil, e hiciera con ella lo que él quisiera. Ella no tenía fuerzas para pelear, estaba cansada de pelear, toda su vida fue una constante pelea. Y ella ya no quería hacerlo.

Los días pasaban y cada vez el estado de Anna Gray era peor, los pensamientos eran más fuertes cada vez. Anna solo esperaba el momento de su muerte.

Ella ya conocía a la muerte de cerca, y estaba vez la esperaba con ansias, no lucharia para quedarse, estaba harta de ese horrible mundo en el que le tocó existir y la vida que le había tocado. Ya no quería más.

Ella quería morir.

Esa mañana cuando la puerta se abrió, pensó que era algún guardia que solo venía a usarla un rato, por lo que no se movió de la cama, no quitó su mirada de la pared.

— Gray — escucho a una oficial, lo que le dió un poco de paz. Lo siguiente que supo fue que estaba siendo levantada de la incómoda cama y las guardias la empujaban hacia afuera.

— ¿A donde vamos? — preguntó con su voz débil a penas audible. Nadie le contesto, Anna solo siguió caminando hacia donde la llevaban.

Hasta que escucho una voz peculiar, que absolutamente cualquiera podría adivinar de quien se trataba.

Polly Gray.

— ¿Mamá? — Anna pregunto en voz alta hasta que vio a más guardias sosteniendo a una mujer — ¡Mamá! — gritó, la mujer miro hacia atrás para ver a su hija, su corazón se estrujó al verla en ese estado.

— ¡Anna! — Polly intentaba correr hacia el pequeño cuerpo de su hija, pero no era posible, los guardias simplemente empujaban a la mujer por el pasillo.

Anna también intento liberarse de el fuerte agarre de los guardias Pero fue en vano, aún con todas sus fuerzas, no podría.

— No...— escucho la voz de su madre y como comenzaba a llorar, la respuesta estaba frente a ella. La horca. Iban a matarlas.

Los oficiales colocaron a ambas mujeres en sus respectivos lugares. Anna estaba callada y por primera vez en un largo tiempo las lágrimas no salían de sus ojos. Estaba tranquila, por qué sabia que finalmente su momento había llegado.

Iba a ser libre, y nunca más volvería a sentir dolor.

Nunca más un hombre iba a lastimarla.

Nunca más.

O eso creía ella.

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⏰ Last updated: Mar 19 ⏰

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Pequeño gris || Peaky BlindersWhere stories live. Discover now