Capítulo 8

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A las seis de la tarde del día siguiente, Lauren estaba agotada, porque llevaba catorce horas trabajando. Sin embargo, se reunió con Camila en el patio, tal y como ella le había pedido en un mensaje.

Ella llevaba su enorme bolso al hombro, y a Winnie en brazos. Al verla, el perro ladró de alegría. Era, más o menos, lo que quería hacer ella al ver a Camila, pero se conformó con acariciarle la cabecita a Winnie.

–Eh, pequeñajo. ¿Qué tal?

–Ha estado muy ocupado –le dijo Camila–. Se ha comido uno de mis calcetines y, claro, ahora está estreñido.

Para confirmar la noticia, Winnie se tiró un pedo muy sonoro.

–Bien hecho –le dijo Lauren, riéndose–. Seguro que ahora te sientes mejor.

–Lo siento –dijo Camila, con un mohín, y abanicó el aire con la mano–. No me atrevo a dejarlo solo en casa. ¿Cuál es nuestro plan?

Lauren hizo caso omiso de la palabra «nuestro».

–Tengo una pista sobre un par de aprendices. Zachary y Zakia Williams.

–Sí, son hermanos –dijo ella–. Son los que viven fuera del país. Se fueron a Inglaterra hace unos cuantos años.

–Volvieron y tienen una empresa juntos, aquí, en San Francisco. Voy a ver su nave.

Ella se quedó sorprendida, pero asintió.

–Pues vamos.

Lauren le puso una mano en el brazo para detenerla.

–No, yo voy a ir. Winnie y tú pueden esperar cómodamente en tu casa y...

–No se me da bien esperar, Lauren. Creo que debería habértelo advertido antes.

Ella no se molestó en suspirar. Tampoco intentó detenerla cuando se encaminó hacia el callejón. Allí, se detuvo para hablar con el viejo Tony, el hombre sin hogar que estaba sentado en una caja de madera, junto al contenedor de basura.

Era un verdadero hippie, y se parecía al personaje de Doc de Regreso al Futuro. Llevaba una camiseta tie-dye y unos pantalones cortos que, seguramente, tenía desde los años sesenta. Llevaba toda la vida en aquel callejón y, a pesar de todos los intentos que había hecho mucha gente por darle un techo, él se había mantenido firme.

Decía que estaba hecho para vivir al aire libre.

Estaba jugando a un juego del teléfono móvil que su nieto, Charles, le había comprado el año anterior, y le había obligado a tener consigo. Alzó la vista y le guiñó un ojo a Camila.

–Hola, cariño.

–¿Cómo estás? ¿No pasas frío? Ha estado haciendo mucho frío por las noches.

–Bueno, no me vendría mal tener dinero para comprarme un jersey nuevo –dijo Tony con melancolía.

Camila le dio una palmadita en la mano a Tony y, con una sonrisa dulce, se puso a rebuscar en su bolso. Lauren iba a advertirle a aquella preciosa incauta que no le diera el dinero que tanto le costaba ganar, porque sabía que Charles se ocupaba de que Tony tuviera todo lo que podía necesitar y porque Tony utilizaba el dinero que les sacaba con su encanto a las mujeres para comprar marihuana y hacer brownies.

Sin embargo, Camila les dio una sorpresa a los dos, porque dijo:

–Te di veinte dólares la semana pasada, pero tú y yo sabemos que te los gastaste en marihuana, así que esta vez tengo algo mejor que el dinero...

Sacó una sudadera negra con capucha de su bolsa. Tenía un símbolo de la paz en la pechera.

–Es de tu talla.

KISS- CAMREN G!PWhere stories live. Discover now