Capítulo 25

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Lauren no pudo evitar que se le escapara una sonrisa al oír la propuesta de Camila. Ella la estaba mirando con aquellos ojos enormes y cálidos a los que ya no podía resistirse.

–¿De qué es el helado?

Ella sonrió y se giró hacia la cocina, pero Lauren la tomó de la mano y la atrajo hacia sí.

–No te preocupes por el helado. Solo te necesito a ti.

Se sentaron en el sofá, juntas.

–Es una larga historia –le advirtió ella–, y es fea. Yo cometí un terrible error. ¿Estás segura de que quieres saberla?

–Quiero oír lo que tú quieras contarme –respondió Camila, en voz baja, con una mirada muy seria–. Siempre.

Lauren apoyó la frente sobre la de ella.

–Tengo sobre la conciencia los dolores de espalda y de la pierna de Taylor. Eso, y más aún –dijo. Siempre hacía lo posible para no pensar en aquel momento de su vida, y se le daba bien. Y nunca le había contado a nadie lo sucedido. Sin embargo, se trataba de Camila, y ella tomó aire profundamente para continuar–: Era una imbécil.

Camila abrió la boca para responder, pero ella le puso un dedo sobre los labios.

–Shh –le dijo–. Voy a contártelo, pero no necesitas defenderme, porque fui una imbécil –añadió. Después, hizo una pausa para recordar, y continuó–: Taylor había llamado la atención de uno de los matones que había por la zona. Tenía catorce años y yo acababa de cumplir diecisiete. Hasta aquel momento, yo había soportado la idiotez de la pandilla porque me habían prometido que, si lo hacía, dejarían tranquila a Taylor. Me lo creí, y no tenía que habérmelo creído. Cuando quisieron que yo robara un coche y me negué, se la llevaron para obligarme.

–Oh, Lauren –susurró ella–. ¿Y qué hiciste?

–Los perseguí y la rescaté. Tardé tres días –dijo Lauren. No quería pensar en aquellas horas tan largas, en el pánico que había sentido por Taylor–. Por fin, conseguí averiguar dónde la tenían. Justo cuando llegaba al edificio, ella estaba escapándose por la ventana de un tercer piso. Estaba en un saliente, intentando alcanzar una rama que no estaba lo suficientemente cerca. Saltó pero no consiguió llegar, y cayó al suelo. Se rompió la espalda en dos sitios. Tuvieron que operarla tres veces, pero los nervios de la pierna quedaron dañados para siempre.

–Oh, Dios mío.

–Antes, ella hacía atletismo –le dijo Lauren–. Quería ir a las Olimpíadas. Era su sueño. Iba a ser su forma de salir del barrio.

Camila se acurrucó contra ella , como si supiera que necesitaba calor. Lauren sabía que no se lo merecía, pero no tuvo la fuerza suficiente como para apartarla, así que la abrazó.

–Ella me ha dicho que no fue culpa tuya, Lauren –murmuró Camila–. Es lo que cree. Y yo también lo creo.

Le estaba concediendo más méritos de los que merecía.

–Entonces, lo que le ocurrió a Taylor es el motivo por el que tiendes a ser tan...

–¿Loca?

–Bueno, yo iba a decir protectora –dijo ella con una sonrisa–. ¿Es ese el motivo por el que no me dejas que me acerque a ti? ¿Tienes miedo de que yo resulte perjudicada por tu estilo de vida?

Ella se quedó inmóvil al oír aquella suposición, porque era muy acertada.

–Lauren... Entiendo que te has propuesto salvar al mundo y ayudar a la gente y, tal vez, purificar tu karma al mismo tiempo, pero creo que nadie piensa que necesites purificarte, salvo tú. Eres demasiado dura contigo misma.

KISS- CAMREN G!PWo Geschichten leben. Entdecke jetzt