Capítulo 19

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Mientras Lauren sacaba las cosas de la nevera, Camila esperó pacientemente. Después, la tomó de la mano y la llevó a la casa de al lado. No hacía ni diez minutos estaba tumbada en el suelo, desnuda, a su lado. En otra ocasión como aquella ya habría salido corriendo, porque habría necesitado tiempo para reflexionar y asimilar lo que le había sucedido. Y para tomar distancia.

Así pues, el hecho de que siguiera allí y estuviera a punto de conocer al padre de Lauren, la había dejado pasmada.

–¿Y no le va a parecer raro a tu padre que yo esté contigo a estas horas? –le preguntó.

–Mi padre no tiene noción del tiempo, a no ser que yo llegue tarde o que necesite algo –respondió Lauren–. Pero tengo que decirte una cosa: es alguien... diferente.

Camila sonrió.

–¿Y tú no?

–Listilla –dijo ella con una sonrisa. Después, vaciló un instante, y añadió–: Mira, si te dice cualquier cosa extraña, no le hagas caso, ¿de acuerdo? No lo hace con mala intención.

–¿Qué tipo de cosa rara?

–No siempre está en el presente. Volvió herido de la Guerra del Golfo, y no solo con heridas físicas.

A ella se le encogió el corazón, y la miró a los ojos.

–Y Taylor y tú cuidan de él.

–Sí. Y a él no le cae bien nadie más, nunca, así que no te ofendas si te ignora –dijo Lauren.

Llamó a la puerta; cuatro golpes fuertes, una pausa y otro golpe más.

–¿Papá? –dijo–. Soy yo.

Abrió con llave los tres cerrojos y volvió a llamar de la misma forma, mientras abría la puerta.

–¿Papá? ¿Me oyes?

–Pues claro que te oigo. No estoy sordo –dijo su padre en un tono irritado.

Lauren no atravesó el umbral.

–Y no estás armado, ¿no?

Camila miró a Lauren con preocupación.

Lauren sonrió para calmar su inquietud.

–No te preocupes. Ya no tiene balas.

Ah, bueno. Así se sentía mejor.

–Pero le gusta tener el arma a mano –le advirtió Lauren, suavemente–. Ignora eso también.

Camila asintió. Creía que estaba disimulando muy bien su nerviosismo hasta que Lauren le apretó la mano.

–¿Por qué has tardado tanto? –le gritó su padre.

Lauren entró primero, asegurándose de que Camila fuera detrás de ella. Observó con atención la sala, que estaba en penumbra, y debió de ver algo que ella no podía ver, porque suspiró.

–Papá, ¿dónde están tus pantalones? –le preguntó y encendió la luz.

Era una habitación pequeña muy limpia y ordenada. No había nada fuera de su sitio. Bueno, salvo el hombre de la silla de ruedas, que iba vestido solo con una camiseta de tirantes y unos calzoncillos.

Ah, y que tenía una escopeta apoyada en las rodillas.

A pesar de que tenía el pelo canoso y los ojos oscuros, rodeados de arrugas, el padre de Lauren se parecía a ella, y era mucho más joven de lo que pensaba. La Guerra del Golfo había ocurrido hacía casi treinta años, así que su padre debía de tener unos cincuenta.

–Los pantalones son una estupidez –dijo.

–Sí –respondió Lauren–. Y, también, recibir a las visitas con una escopeta y sin ropa, y tú lo haces. Deja la escopeta, vamos.

KISS- CAMREN G!PWhere stories live. Discover now