Chapitre 33.

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Léa

Dos semanas después.

—¡Ya llegamos! —exclamaron.

Abrí lentamente mis ojos y miré por la ventanilla.

—Aun queda una hora —respondió.

—Pues juraría que lo que veo ahí...

Alguien la interrumpió pegando un chillido diciéndole que no.

Me incorporé en mi asiento y miré a Gabrielle.

—Buenos días.

—¿Ya llegamos? —pregunté estirándome.

Ella negó y me entregó una revista para entretenerme, pues no sabía cuanto quedaba de trayecto.

Y sí, había aceptado la propuesta de Antoine. Bueno, habíamos.

—España va a temblar —respondió Amélie poniéndose gafas de rapera.

—Que alguien me explique por qué os habéis tenido que venir conmigo —hablé resoplando.

—Porque no podrías vivir sin nosotras —dijo Lucía con autoridad.

—La propuesta era solo para...

Nerea me tapó la boca con las manos y sonrió.

—¿Alguna sabe español? Exceptuando a Lucía —preguntó Nerea y en seguida me quitó la mano de encima.

—Yo se algo —sonreí—. ¡Inocente, inocente!

Todas me miraron raro y yo aplaudí.

—¿Qué significa? —preguntó Lucía divertida.

—No lo se. Me obligaron a decirlo cuando vine aquí.

Lucía nos enseñó lo básico lo que quedaba de trayecto, más que nada para no hacer el ridículo.

—Estoy emocionada —me dijo Gabrielle a punto de aterrizar—. Marc ya llegó y nos está esperando allí para llevarnos a la casa.

—¿Tambien vino Marc? —pregunté y ella asintió.

—Y una cosa, ¿qué le vas a decir a Antoine?

Gabri señaló mi vientre y yo negué con la cabeza.

—No lo se, por una parte él no se tendría que enfadar.

No había hablado con Antoine menos cuando teníamos que preparar las pruebas para ir a Madrid. Tenía que contarle muchas cosas, entre ellas esa.

Según me dijeron las chicas Lucía se quedaría con Josema, Nerea con su hermana, Gabrielle alquilaría un piso con Marc para luego comprar uno, Amélie se quedaría con una amiga suya y yo con Antoine.

Aterrizamos en el aeropuerto Madrid Barajas sobre las nueve y media de la mañana. No estábamos seguras si Antoine o Josema podrían venir a buscarnos, por eso enviaron a Marc días antes.

Y efectivamente ahí estaba solo Marc, que había traído un coche con ocho plazas para llevarnos a todas.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Nerea subiendo al coche.

—Supongo que cada una a su casa a esperar a sus acompañantes —respondió Marc encendiendo el coche.

Y así fue, a cada una la dejó en su casa. Afortunadamente Antoine me escribió diciendo que la llave estaba debajo del florero.

Entré a la casa y estaba todo como la última vez, lo único era una señora que limpiaba la casa.

—¡Salut! Debes de ser Léa —dijo emocionada en un perfecto francés. Me sorprendí.

Á tes souhaits |Antoine Griezmann| #R&RAwards2017Where stories live. Discover now