Chapitre 69

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Léa

Cogí aire con fuerza para poder así intentar relajarme. El cuerpo entero me temblaba, y todo mi peso recaía en las fuerzas de mi muñecas, las cuales estaban atadas a una tubería que sobresalía en medio de la pared. El roce con la cuerda me provocaba sangre. Mis piernas, que a duras penas podían soportar el mínimo peso, me flaqueaban.

—¡No me lo merezco! —grité con las pocas fuerzas que me quedaban.

Él soltó una carcajada. Se acercó aún más a mí y me puso la navaja en el cuello.

—Tú quieres estar con él. Yo quiero que estés con él. ¿Algo más?

—Por favor Marco, tengo una familia y quiero terminar mi carrera —dije temblando.

Mis piernas empezaban a fallar y las lágrimas no me dejaban ver bien.

Él quitó la navaja de mi cuello y comenzó a dar vueltas.

—¿Por qué lo haces? —insistí—. ¡Te irás a la cárcel tarde o temprano!

—No, querida, no.

Lentamente se quitó su chaqueta y pude observar que llevababa un cinturón de explosivos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo. Cerré los ojos y extendí el cuello hacia arriba, intentando ver la tubería.

—La última vez corrí como un cobarde, esta vez va a ser muy diferente.

Bajé la mirada, e intenté abrir los ojos, pero lentamente se me iban cerrando solos. Debido a todas las heridas en los brazos y piernas iba perdiendo sangre.

Guardó la navaja con la que me había hecho todas las heridas y sacó una pistola. La cargó y la apuntó hacia mi. Cerré los ojos con fuerza, echando la cabeza hacia atrás, hasta darme contra la pared.

—Que pena que tu querido Antoine no se haya podido despedir de ti. Lo bueno es que podrás ver otra vez a tu amado Adrien —dijo—. No me digas que no es una oferta increíble. Tantas noches llorando por él y ahora te doy el paso directo para ir a sus brazos —hizo una pausa, en la cual pensé que se había ido, pero al volver a abrir los ojos, pude ver su esbelta figura mirándome, con la pistola apuntándome—.  La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos; así, logramos sobrellevar el pasado —se rió de una manera espeluznante—. ¿Te suena, Léa? Qué tonta fuiste, qué tonta fuiste... Pero, ahora, podrás repetirle ese proverbio todas las veces que quieras a Adrien, ya que yo no pude.

Cerré los ojos y cogí una bocanada de aire, esperando ya el disparo. Por mi mente pasaron vivos recuerdos de la nota que a Marco se le había caído del bolsillo el primer día que empecé a trabajar en Madrid.

Agité mi cabeza y, sin pensarlo soa veces, susurré unas rápidas palabras rezando. Junté los dedos de mis manos por encima de la tubería. Intenté elevarme del suelo un poco más, para conseguir desatar el nudo, pero fue inútil. Me rendí y dejé caer todo mi peso.

Se oyó un disparo, y a partir de ahí quedó todo el callejón en silencio.

Un silencio que incluso me sorprendió. Sentí toda la sangre que caía por mi cara y llegaba hasta mi cuello. Todas mis muñecas ensangrentadas y como mi vestido se tornaba a un color aún más oscuro.

—Léa, Léa —alguien me agitaba y cortaba las cuerdas en mis muñecas.

Al sortarme, caí en sus brazos, e intenté abrir los ojos. Solo podía ver una sombra negra borrosa. Detrás de esta, vi a Marco tirado en el suelo.

Él se quitó su chaqueta para cubrir mis heridas. Intentó cubrirlas todas, pero, al igual que yo, no paraba de temblar.

—Va a explotar... —intenté decir.

El chico se levantó y corrió rápidamente. Salimos del callejón y me metió en un coche. Él empezó a conducir y rato después se pudo oír la explosión.

Abrí delicadamente un ojo y pude distinguir el rostro de Paul. Iba a sonreír pero todo me fallaba.

—No hagas nada, pequeña. Te vas a poner bien.

Le hice caso y, por quinta vez, cerré los ojos, sintiendo que estaba a punto de perder el conocimiento, y sin entender cómo no lo había perdido ya. De un momento a otro, mis ojos, que habían dejado de brillar hacía ya unos minutos, se cerraron... Para no volverse a abrir.

Á tes souhaits |Antoine Griezmann| #R&RAwards2017Where stories live. Discover now