Chapitre 60.

402 34 8
                                    

Léa

Sonreía como una niña pequeña cuando consigue su ansiado caramelo. Era una sensación inexplicable... Ya no solo correr en una alta competición, si no el hecho de haber tomado una decisión perjudicadora, hubiese valido la pena.

También, mis amigos estuvieron apoyándome, no exactamente Lucía, Nerea, Amélie o Gabrielle, si no las que sí o sí pasarían a las Olimpiadas compitiendo con Francia: Tya, Valérie y Camille.

Tya y Valérie vinieron de la mano de Margot (como era de esperar, ya que ellas no cambiaron de centro aún) y Camille tuvo que venir desde Mónaco con su equipo para poder entrar.

Y yo... Bueno, yo vine de la mano de uno de los grandes. Vine buscando al único hombre que jamás me había fallado, y encontré al mentor del mejor entrenador que pude haber tenido. A parte de haber sido una estrella del atletismo en los años sesenta, había entrenado a grandes promesas.

Una mezcla de emociones recorría mi cuerpo en este instante: entre felicidad y euforia, hasta duda y culpa.

Sí, culpa de haberme ido sin avisar y sin tiempo a despedirme. Me han llegado muchas llamadas de Antoine, pero no contesté ninguna por el simple hecho de que si lo hacía, volvería corriendo a España, y ni Aaron, ni el equipo querrían eso.

Porque, volviendo a los inicios, no me dejaron competir en los preolímpicos de Barcelona, ¡no se si me dejarán siquiera volver al equipo! No podrían despedirme, ya que no tienen motivos: ya superé los preolímpicos en otro país. Lo máximo que podrían hacer sería no permitirme correr en la próxima competición.

Pero en fin, creo que ya es hora de volver a casa habiendo conseguido un puesto en los Juegos Olímpicos en mis dos categorías. Ahora estaba en manos de Gabrielle que el cuarteto que consiguió el primer oro para Francia en relevos femeninos 4x100 vuelva a correr juntas.

De momento Tya, Valérie, Camille y yo estábamos en las Olimpiadas seguro. Ninguna necesitó entrar en la repesca.

Ahora volveremos a Niza, y ahí cada una cogerá un vuelo o un coche para volver a su país o centro.

Sin embargo, cada una debería ir con su equipo. Yo como vine sin equipo, debo conducir hasta Niza.

—¿Estás segura de que no quieres venir con nosotras? —volvió a preguntar Tya—. Margot tiene sitio de sobra en el autobús.

—No, de verdad que no —cerré el maletero—. Llevaré a Aaron a su casa.

—¿Sabes? Cuando Víctor nos hablaba de sus inicios, nunca imaginaba que uno de nosotros se encontrarse con Aaron —confesó Camille.

—Creo que ninguna —respondí sonriente—. Pero era la única forma que tenía para entrar aquí.

—Me pregunto que tal le irá a Víctor —Valérie se sentó en el capó de mi coche.

—¿No ha vuelto a pasar por ahí? —pregunté.

—Que yo sepa no —contestó Valérie. Miró a Tya y ella negó—. Si Tya no lo ha visto, no lo ha visto nadie.

Las tres reímos: Tya solía pasar más tiempo en la pista que en su casa.

—¡El autobús del equipo procedente de Mónaco se irá en cinco minutos! —dijeron por megafonía.

—Creo que ese es mi autobús —Camille sonrió.

Nos dio un abrazo a cada una y nos deseó suerte.

—Ya estoy deseando ver a mi sobrino —dijo riendo—. ¿Lo llevarás a la boda?

—No creo —respondí—. Tendría que hablar con Gabrielle, pero prefiero disfrutar a tope.

Á tes souhaits |Antoine Griezmann| #R&RAwards2017Where stories live. Discover now