Chapitre 65.

347 23 8
                                    

Léa

Los dedos gordos de mi padre recorrían mi mano temblorosa. Me escondía detrás de él, no sé muy bien si por cobardía, o porque me avergonzaba de mí misma.

—Léa —mi padre tiró de mí hacia delante—. No tienes nada que temer... ¿Ves como los demás niños están contentos?

Asomé mi cabeza y le di un repaso rápido a la gente que se encontraba por fuera de las pistas. Me posicioné al lado de mi padre; todavía no estaba muy segura.

—Mira, por ahí viene Gabri —mi padre sonrió y se acercó al padre de ella.

—¡Pensé que no vendrían! —exclamó un señor, de la misma edad que mi padre, con el pelo largo y con Gabrielle a su izquierda—. Hola Léa.

Él me sonrió. Yo le devolví la sonrisa.

—¡Cómo nos lo íbamos a perder! —dijo riendo mi padre.

—¿Y al pequeñajo dónde lo dejaste? —cuestionó el padre de Gabri.

—En casa, con la madre —mi padre se dirigió a mí—: ¿No os vais a saludar?

Miré a la niña rubia que tenía en frente. Nos habíamos visto más veces antes; recuerdo esa mirada divertida con la que me topé la última vez.

—Hola —dijo Gabri.

—Hola —respondí.

Nuestros padres se miraron sonrientes entre sí. Los cuatro entramos a las pistas a la vez.

Allí dentro había muchísima gente, pero sobre todo, predominaban los niños y los adolescente.

—Chicas, debéis ir hacia el centro —mi padre nos susurró a las dos—, donde está ese cartel.

Las dos nos quedamos quietas.

—Daros la manos e ir hacia allí —el padre de Gabrielle nos juntó las manos. Nos dio unas palmaditas y nosotras comenzamos a caminar.

Un niño nos adelantó a toda prisa. Se paró en frente de un señor y él lo miró tiernamente.

Cuando llegamos al centro, nos mezclamos entre todos los niños que había. Nuestras manos comenzaron a sudar, pero ninguna retrocedió.

Entre toda la multitud, y casi perdidas debido a que no éramos lo suficientemente altas, un hombre joven se acercó.

—Hola chicas —el mismo hombre que le sonrió al niño se agachó a nuestra altura—. ¿Sois Léa y Gabrielle?

Las dos asentimos.

—Yo soy Víctor, vuestro próximo entrenador. ¿Tenéis ganas de comenzar ya?

No tenía mucha idea de qué iba esto, pero al ver que Gabrielle movía la cabeza de arriba a abajo, yo también lo hice.

Él nos sonrió y nos guió hasta un esquina de la pista. Allí había cinco niños más, entre ellos el niño que había pasado corriendo a tan solo centímetros de nosotras.

—¡Ya estamos todos! —sonrió Víctor—. Bienvenidos al centro de atletismo de Niza. ¿Estáis preparados?

—Sí —susurramos bastante bajo.

—No oigo.

—¡Sí! —gritamos.

—¡Genial! —Víctor dio una palmada—. ¿Qué tal si empezamos las presentaciones?

Á tes souhaits |Antoine Griezmann| #R&RAwards2017Where stories live. Discover now